Sufrir la pérdida de un ser querido resulta uno de los momentos más amargos que podemos experimentar, es un suceso que llega a impactar fuertemente nuestras vidas, difícil de enfrentar y superar. No todos reaccionamos ni nos comportamos de la misma manera ante una pérdida, esto varía de persona a persona, además depende de la personalidad e incluso de la cultura. Sin importar estas diferencias, todos atravesamos por un proceso de asimilación y acomodación que nos ayuda a reponernos del suceso, este es conocido como duelo; el cual es una respuesta natural del ser humano, y no una enfermedad que se debe evitar o de la que haya que curarse. Este proceso va más allá de sentirse triste o decaído, por eso resulta tan complejo.
El duelo se define como: “el proceso de adaptación que permite restablecer el equilibrio personal tras la pérdida de cualquier persona, cosa o valor con la que se ha construido un vínculo afectivo; se caracteriza por el sufrimiento y la tristeza”. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) lo menciona como un problema que puede requerir atención clínica, pero esto no significa que es un trastorno mental.
Está establecido que existen diferentes tipos de duelo, que sea como sea que se vivan, se distinguen uno de otro por sus características:
Duelo normal: son los sentimientos y conductas que aparecen naturalmente después de una pérdida, por ejemplo, la tristeza y el llanto.
Duelo complicado: es la intensificación del duelo al nivel en que la persona está desbordada, recurre a conductas dañinas o permanece en este estado sin avanzar en el proceso hacia su resolución.
Duelo anticipado: hay situaciones en las que el duelo se comienza antes de la pérdida. Por ejemplo, cuando un ser querido sufre alguna enfermedad incurable y se le da un estimado de tiempo de vida, con esto comienza la adaptación, más o menos inconsciente, a la nueva situación que viene. Las personas involucradas tienen la oportunidad de compartir sus sentimientos y prepararse para la despedida, aunque esto no evitará la tristeza cuando pase.
Duelo negado: se niega la expresión del duelo porque la persona no afronta la realidad de la pérdida. Es común que pase en situaciones donde una pérdida es abrupta e inesperada.
Duelo crónico: es el que tiene una duración excesiva y nunca llega a una conclusión satisfactoria. Un duelo crónico puede llegar a ocupar toda una vida.
A excepción del duelo negado y del crónico, cualquiera de los otros tipos está compuesto por las mismas etapas de superación. No todos viven estas de la misma manera, y tampoco con el mismo orden, así que no son una especie de guía para vivir el duelo, ya que, como lo mencionamos antes, este es un proceso natural. Diferentes autores han desarrollado modelos de etapas diferentes unos de otros, pero nos enfocaremos en la teoría de Elisabeth Kübler-Ross, quien fue pionera en el campo de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte:
Negación: es el rechazo consciente o inconsciente de la situación. Este mecanismo de defensa busca amortiguar el shock que produce la nueva realidad y es (o debería ser) una respuesta temporal para asimilar lo ocurrido.
Ira: este sentimiento aparece como resultado de la búsqueda de respuestas a la pérdida. Preguntas como: “¿Por qué a mí?” o “¿Qué hice para merecer esto?” solo traen respuestas que llenan de impotencia al saber que no todo está bajo nuestro control y no hay vuelta atrás. También aparece el remordimiento y la culpa por pensar en las cosas que se hicieron mal antes de la pérdida.
Negociación: la persona comienza a querer volver a la vida que se tenía antes del suceso y aparece el sentimiento de añoranza. En esta etapa se invierte mucho tiempo pensando en el hubiera, y es la más desgastante, ya que es difícil para nuestra mente lidiar con pensamientos y fantasías que no coinciden con la realidad actual.
Depresión: se siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá. Es aquí donde también pueden aparecer cambios y alteraciones fisiológicas, tales como problemas de sueño, malestar en general, falta de apetito, etc.
Aceptación: finalmente, se aprende a convivir con la pérdida y hay un crecimiento gracias al reconocimiento de los sentimientos que el suceso nos provocó. Esta etapa final no se puede dar sin la depresión, ya que esta es la que nos hace aceptar el dolor.
En la mayoría de las culturas cualquier expresión de tristeza y debilidad es reprimida socialmente, pues se espera que siempre estemos bien. Además, sigue existiendo un tabú muy grande alrededor de la muerte; a pesar de ser algo que, irremediablemente, forma parte de nuestras vidas, se prefiere no hablar de ella. Todos estos factores conllevan a que vivir un duelo de manera sana sea casi imposible, haciendo que esto sea más desgastante de lo que ya es. Es importante aceptar el duelo como algo saludable para que deje de ser estigmatizado.
Alejandra Pérez Fierro
Referencias
Meza, E., García, S., Torres, A., Castillo, L., Sauri, S. y Martínez, S. (2008). El proceso del duelo: Un mecanismo humano para el manejo de las pérdidas emocionales. Revista de Especialidades Médico-Quirúrgicas, 13(1). 28-31.
Ascención, B. y Bellester, R. (2008). Duelo: Evaluación, diagnóstico y tratamiento. Psicooncología, 5(1). 103-116.
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