De la autoestima mucho se habla, mucho interesa, pero poco se sabe concretamente. Debido a que es uno de los conceptos más antiguos de la psicología, este se ha incorporado a nuestro lenguaje de manera coloquial. Seguido estamos creando valoraciones, ya sea de nosotros mismos o de otras personas, “Es que él seguro tiene una baja autoestima, por eso es tímido con las mujeres”, “Creo que tengo una baja autoestima, cuando me hacen un comentario en Facebook me siento muy mal”, a pesar de utilizar indiscriminadamente este término, el conocimiento que tenemos de la autoestima es muy escaso o erróneo, por ello, en esta entrada se abordarán aspectos generales que ayuden a esclarecer dicho constructo.
¿Qué es la autoestima?
De acuerdo con un artículo publicado por Florencia Massenzana (2017), la autoestima es “la valoración de la imagen que la persona tiene de sí misma, está conformada por autopercepciones emergentes de pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias sobre sí misma, las cuales va acumulando durante toda su vida”. Ahora bien, suele confundirse a la autoestima con el autoconcepto; no obstante, aunque muy relacionados, son distintos términos: el autoconcepto es la imagen que tenemos de nosotros mismos y la autoestima, la valoración de dicha imagen.
Todo esto probablemente suene un tanto confuso, pero imaginemos lo siguiente: nosotros somos dos personas en nuestra mente, una ideal y otra el autoconcepto, por ejemplo, Araceli tiene una idea de sí misma sobre cómo le gustaría ser, cómo le gustaría verse físicamente, ideales de lo que ella espera de sí misma, lo que quiere alcanzar: ser bonita, elegante, divertida, inteligente, trabajadora, buena novia e hija, ese es su yo ideal, mientras que su autoconcepto se refiere a lo que piensa que es en realidad.
Ahora bien, Rosenberg fue un autor que estudió ampliamente la autoestima. Él postulaba que la influencia de la sociedad tomaba un papel importante, ya que no nacemos con una autoestima alta o baja, sino que esta va creándose a partir de las acciones, percepciones, experiencias y sentires que se dan dentro de nuestro círculo social, es aquí donde nacen estas expectativas del yo ideal: ellos (maestros, compañeros, madres, familiares, amigos o comunidad) forman el sistema de creencias y valores colectivos por los cuales elaboramos ideas de lo que queremos llegar a ser, y lo que creemos que se espera de nosotros, para ser considerados como personas que merecen ser estimadas, elogiadas y valoradas.
De esta forma, la distancia que haya entre el yo ideal y el autoconcepto determinará la autoestima que tengamos: si pensamos que, como somos ahora mismo (autoconcepto), se encuentra muy alejado de lo que idealizamos llegar a ser, tendremos una autoestima baja. Si Araceli piensa que ella está muy alejada de lo que idealiza (ser bonita, elegante, inteligente, etc.), si se mira como fea, desordenada y no muy lista (un autoconcepto pobre), probablemente tendrá una autoestima baja y, de mantenerse así, podría causar sentimientos de incomodidad y aislamiento de la sociedad. De hecho, Rodríguez y Caño (2012) mencionan que la autoestima puede afectar la vida de la persona a nivel psicológico y social; se ha asociado un nivel bajo de autoestima a la ansiedad, síntomas depresivos, procrastinación, consumo de alcohol, conductas sexuales de riesgo y tendencias suicidas.
Dimensiones de la autoestima
Continuando con lo mencionado por Massenzana, podemos encontrar diferentes extensiones de la autoestima:
Física: sentirse atractivo/guapa, con buenas aptitudes físicas; por ejemplo, Pedro se siente muy bien y seguro de sí mismo porque acude regularmente al gimnasio y considera que tiene un cuerpo en forma y eso le hace sentir bien.
Social: sentirse aceptado, perteneciente a un grupo. Sofía se siente bien porque su grupo de amigas la toma en cuenta a la hora de tomar decisiones entre todas, además es valorada porque sus amistades demuestran que la estiman.
Afectiva: sentir que se posee una buena personalidad. Rodrigo tiene mucha seguridad al hablar en su grupo de amigos porque sabe que tiene un buen sentido del humor y es carismático.
Académica: sentir que se tiene éxito escolar y buenas capacidades intelectuales. Diego disfruta acudir a la escuela porque participa en las actividades escolares en las que sabe que su desempeño es muy bueno.
Ética: sentir la autorrealización de los valores y normas. Daniela disfruta mucho acudir a foros sobre feminismo porque piensa que conocer diferentes puntos de vista la ayudará a formar un criterio más amplio de valores y creencias acerca de los derechos de la mujer.
Familiar: parecido a lo social, se trata de sentirse valorado, seguro y parte de su propia familia. Ana se siente a gusto con su familia porque, aunque no se dicen todos los días que se aman, sabe que puede contar con ellos y quieren que sea feliz.
¿Autoestima baja o alta? Una autoestima sana
Existen algunas características clave para identificar a las personas que pueden tener una autoestima alta o baja, de acuerdo con Roa García, estas son unas de ellas:
Una persona con una alta autoestima:
Toma iniciativas
Afronta nuevos retos
Valora sus éxitos
Actúa con independencia y decisión propia
Sabe superar fracasos, no se frustra
Una persona con baja autoestima:
Necesita ser guiado por otros, no muestra iniciativa
Tiene miedo a nuevos retos
Desprecia sus logros
Suele ser dependiente de personas que considera superiores
No tolera la crítica, se pone a la defensiva fácilmente y se frustra
Luego de conocer sobre algunas generalidades de la autoestima, hay que dejar una cosa en claro: tener una autoestima alta tampoco es pensar lo mejor de nosotros mismos, vernos como una persona perfecta y exitosa en todo sentido, más bien, tener una autoestima sana requiere ser capaces de valorarnos de una manera objetiva y realista, aceptando nuestras cualidades, y también nuestros defectos, forjando sentimientos y acciones positivas encaminadas hacia la mejora de las capacidades y el desarrollo personal.
¿Cómo puedo incrementar mi autoestima? de acuerdo con varios artículos, tal y como el de Rodríguez y Caño, la respuesta es la psicoterapia. Estos autores mencionan que algunas de las metodologías con mejores resultados van enfocadas a la autobservación, la reestructuración de pensamientos, el entrenamiento en habilidades sociales, y la solución de problemas, como la terapia cognitivo-conductual; también existe evidencia de resultados positivos con las técnicas de dinámicas en grupo.
Hablar de terapia para modificar nuestra autoestima no significa que sea proceso largo y abrumador, al contrario, decidirse a tomar el primer paso para cambiar esta mala valoración de nosotros mismos, puede permitirnos dejar con los miedos, desesperanza, angustia, tristeza y frustración que una autoestima baja nos puede causar en el día a día. Al final, resulta más difícil vivir con una mala percepción de sí mismo, ya que nos impide disfrutar de las experiencias que nos da la vida. La psicoterapia puede ayudar a pensarnos de una manera más sana y positiva, aprendiendo a valorarnos, dándonos el lugar que merecemos.
Érika Bocardo Flores
Referencias
Massenzana, F. (2017). Autoconcepto y autoestima: ¿sinónimos o constructos complementarios? Revista de Investigación en Psicología Social. 3(1). 39-52.
Roa García, A. (2013). La educación emocional, el autoconcepto, la autoestima y su importancia en la infancia. EDETANIA. 44. 241-257.
Rodríguez Naranjo, C. y Caño González, A. (2012). Autoestima en la adolescencia: análisis y estrategias de intervención. International Journal of Psychology and Psychological Therapy. 12(3). 389-402.
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